Por qué estos amistosos son cruciales para el camino de Argentina hacia el Mundial 2026
En el mundo del fútbol, incluso los partidos amistosos tienen un peso importante. Puede que no otorguen puntos ni queden en la historia por goles épicos, pero sirven como ensayos vitales de cara a lo que viene: el Mundial de la FIFA 2026. La selección argentina viaja a Estados Unidos para enfrentar a Venezuela en el icónico Hard Rock Stadium de Miami y a Puerto Rico en el Soldier Field de Chicago. Con la clasificación ya asegurada, los jugadores apuntan a recuperar su trono.
Este encuentro de octubre, aparentemente ordinario pero iluminado por los reflectores y con tribunas repletas de camisetas celestes y blancas, podría marcar el inicio de otro capítulo legendario en la historia del fútbol argentino.
A diferencia de la presión intensa de las eliminatorias, estos amistosos le dan a Lionel Scaloni la libertad de experimentar. Aquí el resultado pasa a un segundo plano, mientras la atención se centra en cómo rinde el equipo: cómo se integran los nuevos, cómo se ajustan a distintas tácticas rivales y cómo los referentes comienzan a acoplarse en la preparación para futuros desafíos.
Jugar sin la carga de un calendario ajustado no significa relajarse; al contrario, es una oportunidad ideal para probar estrategias. Cada minuto en la cancha se transforma en un laboratorio táctico, afinando detalles que en plena competencia podrían pasar desapercibidos.
Frente a rivales como Venezuela y Puerto Rico, Scaloni puede rotar el plantel sin temor a consecuencias graves. Los jóvenes o jugadores con menos experiencia en la selección tendrán su momento bajo la lupa, conscientes de que cada movimiento es evaluado por el cuerpo técnico. Una actuación destacada podría abrirles nuevas oportunidades.
La rotación va más allá de lo físico: refuerza el sentido de pertenencia y la competencia interna. El plantel actual se caracteriza por la ausencia de intocables (excepto Messi, claro), y estos partidos crean un ambiente ideal para que todos se sientan parte del proyecto mayor.
Venezuela, un rival conocido, llega con su propio trasfondo tras la salida de Fernando Batista luego de una campaña decepcionante en las eliminatorias. Aun así, como rival sudamericano, Argentina debe encarar el partido con seriedad; enfrentarse a un equipo que conoce bien al campeón del mundo no es una formalidad.
En contraste, el duelo contra Puerto Rico es más simbólico que un verdadero reto futbolístico, dado su bajo puesto en el ranking FIFA (155). Sin embargo, estos partidos permiten medir cómo responde Argentina sin presión externa, probando su capacidad de mantener la posesión y buscar variantes frente a defensas cerradas.
Estos días en Estados Unidos también aportan algo más que entrenamiento táctico: fortalecen la unión del grupo. La Scaloneta ha identificado la camaradería como un pilar, y cada concentración refuerza la unidad. Conversaciones, risas y momentos compartidos también forman parte del éxito.
Además, jugar en suelo extranjero pone a prueba la conexión con los hinchas alrededor del mundo. En ciudades como Miami y Chicago, Argentina es recibida como local. El fervor de los aficionados trasciende fronteras y alimenta la energía de un equipo que se nutre de esa pasión compartida.
Con la Copa América 2024 en el horizonte y el Mundial 2026 en la mira, estos amistosos son hitos en el camino. Scaloni sabe que no hay espacio para la improvisación cuando llegue la hora de la verdad. Cada paso, por pequeño que sea, cumple un rol clave en el plan maestro.
El fútbol también se prepara sin trofeos en juego. Lo fundamental es seguir evolucionando, ensayar alternativas reales y evitar la oxidación. Si llegan los resultados, mejor. Si no, el rendimiento al menos debe dejar señales prometedoras. En el fútbol moderno, cada partido deja su huella.